Estamos aquí para hacer un hueco en el universo

Esta frase, que continúa con un: ¿Si no para qué estar?, se le atribuye a Steve Jobs, que a pesar de cumplirse esta semana el cuarto aniversario de su muerte, sigue siendo un gran referente en el campo del liderazgo empresarial.

Y es que Steve Jobs es una de las pocas personas que han logrado decir y hacer grandes cosas en sus existencia, algo solo reservado a unos pocos en la historia. Y que, nos digan lo que nos digan, supo cambiar su objetivo inicial de ganar mucha pasta vendiendo buenos ordenadores, por el de hacer más fácil la vida a las personas. Yo mismo caí en las redes de sus productos hace un tiempo y la adicción parece no amainar con el paso del tiempo, sino todo lo contrario.

De este modo, primero me fijé en sus ordenadores, luego estudié al personaje, y más tarde analicé y comprendí la magnitud de su pensamiento empresarial, fuera de los oportunistas y lameculos que en estos casos intentan adornar su biografía con excesos de tinta. Lo cierto es que tras aquel desbordante creativo, con acentuados tics excéntricos, que siempre pensó en grande, también había un tirano obsesionado con la perfección, capaz de perder el respeto a cualquiera en las paredes de su manzana querida. De este modo logró aquello de ser un capullo para unos cuantos y un genio para muchos.

Pero sea como fuere, su aportación a la humanidad ha sido notable, dejándonos como legado, a mi modo de ver, tres grandes cosas de las que seguiremos hablando durante bastante tiempo: un mundo de máquinas tecnológicamente increíbles; un fantástico discurso en la Universidad de Stanford; y su filosofía, que puede resumirse con el título de este artículo.

Ya os dije en un artículo de mi blog que no creo en los héroes, pero sí en los referentes, y el pensamiento de Steve Jobs lo considero un referente en un mundo que muchas veces circunvala en las cloacas de la mediocridad. Un mundo que nos invita a pensar que las copias baratas chinescas pueden ofrecernos una filosofía de la calidad como la que nos proponía este tipo. ¡Imposible! Y digo imposible porque Jobs hacía grandes cosas porque pensaba grandes cosas; algo que no puede ser nunca comparable a hacer grandes, copiándolas de otros.

Su frase me parece sublime, una de aquellas que invita a exigirse y que rezuma un pensamiento de calidad. Una frase tipo con la que debieran empezar las clases en las universidades de todo el mundo y un modesto homenaje a aquel chaval del Silicon Valley que nos sigue dando lecciones pensando por encima de las estrellas, ¿no creéis?

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